Había una vez una princesa que se encontró ante el dilema de escoger entre dos preciosos vestidos para celebrar el matrimonio con su príncipe. El primero era un vestido largo de seda blanca con imágenes de las más delicadas flores jamás imaginadas. El otro era un vestido corto del color verde-azul de los mismísimos Mares del Sur.
La princesa decidió ponerse el vestido largo para la ceremonia. Más tarde, ella y su marido se perdieron entre jardines exóticos, posando sonrientes aquí y allá en la sesión fotográfica que dirigía el orgulloso padre de la novia.
Llegada la hora del banquete, en un lugar donde tan buenos momentos habían pasado los novios, la princesa se cambió de vestido y se pusò su vestido corto. Soñando con hacerse más fotos en un castillo situado en una pequeña isla a las afueras de la ciudad. La comida fue un éxito, pero desgraciadamente, por motivos técnicos, no fue posible realizar la segunda sesión fotográfica.
Siete años y ocho meses después, la princesa, convertida en madre, esposa y fotógrafa, ha hecho realidad su deseo. He aquí nuestra sesión fotográfica postboda en los preciosos jardines del Pazo de Mariñán.
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